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Finalmente me animé y preparé mi primer pan casero! No fue un pan rústico de corteza dura, sino que quise hacer algo así como un pan de viena (o al menos lo que entendemos por pan de viena por estos lados), que vendría a tener grandes proporciones de manteca y leche, resultando en un pan muy suavecito y rico. El resultado fue espectacular, la mitad del pan desapareció en los primeros 10 minutos luego de haber salido del horno, y la otra mitad fue devorada durante la cena. Con semejante éxito pensé que ahora era una experta en panes: grave error. Al día siguiente quise hacerme la rebelde y me mandé un pan con semillas (de girasol, amapola, sésamo, mostaza, etc) y me salió tristísimo. No levó y quedó crudo! Pero bueno, siempre recordaré con cariño mi primer pan, y tal vez vuelta a prepararlo o mis hermanos no me dejarán vivir en paz.
La receta que utilicé la encontré en un blog delicioso,
Todo caserito, pero aparentemente el autor original de la receta es un tal Marcelo Vallejo. La preparé en un día caluroso y húmedo, de los que abundan en Bs. As. en estas semanas, y levó muy bien. Pude estrenar la balanza digital que me regalaron para navidad, y el termómetro para horno que le regalé a Pato pero que está bajo mi cuidado mientras él está de viaje. Estoy fascinada con semejante tecnología! De paso descubrí que mi vasito medidor tenía todas las medidas mal.
Antes de comenzar con la receta voy a molestarlos un poco con algunas fotos del sur, pero más que nada quiero mostrar algunas cosas que me traje, para que sepan qué comprar cuando vayan de viaje! Para empezar, las conservas. Encontré de casualidad mientras buscaba otro lugar una pequeña confitería llamada La Casita de la Oma. Es una casa de té atendida por su dueña que evidentemente tiene una muy buena mano paralas cosas dulces, y aparte de las tortas que se pueden consumir allí mismo vende todo tipo de mermeladas, licores, chutneys y otras cosas hechas por ella. Ante la tentación me dio un ataque, y compré mermelada de grosellas, mermelada de cassis, mostaza con frambuesa y chutney de manzana y curry. Pato trajo un vinagre de frambuesa que tenía muy buena pinta. Todo resultó delicioso, especialmente la mostaza de la cual ya casi no queda nada.
Por otro lado están los ahumados. No quiero ofender a ningún vegetariano, pero la Patagonia está llena de animales deliciosos, y ahumados mejor todavía! De regalo para mi madre traje dos frascos, uno de quesitos ahumados especiados y otro de jabalí ahumado. También comimos muchas picadas allá, la mejor de todas fue en el ahumadero Weiss en Bariloche, nunca olvidaré ese almuerzo.
La picada del ahumadero Weiss, inolvidable.
El resto de las fotos del sur (de paisajes alrededor de San Martín de los Andes) los dejo para después de la receta. Disculpen por las molestias! Las fotos de la receta las puse horizontales porque eran demasiadas para hacer una columna.
Ingredientes:
- 1 kilo de harina de trigo 0000 sin levadura
- 15gr de sal
- 35gr de levadura fresca
- 600cm3 de leche
- 110gr de azúcar
- 20gr de extracto de malta (se puede reemplazar por miel)
- 85gr de manteca a temperatura ambiente
- 1 cucharada de fécula de maíz (tipo maizena)
Procedimiento:
1. En un bowl amplio disolver la levadura con la mitad de la leche levemente tibia, el azúcar y el extracto de malta. Incorporar una cucharada de la harina y disolver bien, dejar 5 minutos para que la levadura comience a fermentar. 2. Añadir de a poco la harina tamizada con la sal. Mezclar inicialmente con cuchara o tenedor y a medida que espese utilizar las manos.
3. Una vez añadida toda la harina incorporar la manteca blanda y el resto de la leche. Unificar la masa con las manos. 4. Volcar el bollo de masa sobre la mesada enharinada y continuar amasando durante unos 10 minutos hasta que la masa esté perfectamente homogénea.
5. Regresar el bollo al bowl y cubir con una bolsa de plástico, papel film o paño húmedo. Dejarlo levar hasta que duplique su tamaño en un lugar cálido y húmedo, en invierno se puede dejar una hornalla encendida cerca. 6. Una vez que haya duplicado su tamaño retirar del bowl y desgasificar (es decir, aplastarlo con las manos para sacar el gas que haya quedado adentro).
7. Amasar nuevamente hasta formar una masa suave y lisa. Cortar bollitos del tamaño deseado, yo los hice para que quepan en la palma de la mano. 8. Darle a los bollitos forma redondeada y colocar sobre una fuente para horno cubierta con papel manteca.
9. Encender el horno y precalentar a 200ºC, mientras se deja levar los bollitos en la fuente por última vez durante 15 o 20 minutos. 10. Llevar los pancitos al horno tratando de mantener la temperatura del horno entre 180º y 200ºC. Mientras tanto preparar el chuño, que es una mezcla para darle brillo y humedad a los panes: disolver una cucharada de fécula de maíz en dos de agua, añadir agua hasta completar una taza y llevarlo en una cacerola al fuego. Cocinar revolviendo a fuego lento hasta que espese.
11. Cocinar los pancitos durante 7 minutos y sacar del fuego, estarán a 3/4 de su cocción. Pincelarlos con el chuño (la mezcla de fécula y agua) y regresar al horno durante 5 minutos más. El tiempo de horneado puede depender del tamaño de los panes, si decidieron hacerlos más pequeños acorten el tiempo, y si los hicieron más grandes extiéndanlo un poco. 12. Una vez que estén listos (estarán doraditos) retirar del horno, pincelar una vez más con el chuño y dejar enfriar. Calentitos son una delicia, es difícil que sobrevivan mucho más allá de la media hora.
Y por último las fotos:
Vista del Lago Lácar desde la costa de San Martín de los Andes, antes de que llegara la tormenta.
El Lago Lácar visto desde un mirador antes de que me atacaran unas cabras.
Lago Huechulafquen en un día de tormenta, el catamarán esperando a partir.
Isla de los chivos en el Lago Huechulafquen, Parque Nacional Lanín.
Luna, la perra guardaparques (en serio) luego de guiarnos en una excursión al bosque, pidiéndonos que juguemos a arrojarle un tronco.
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